lunes, 21 de junio de 2010

Algo falla en nuestra democracia.





La hipocresía que practica nuestra democracia nos lleva solo al hastío de la misma.

Se supone que los representantes democráticamente elegidos han de ser muy honestos o cuando menos bastante honestos. Pero no es así. Es todo lo contrario. Nuestra "sin clase" política es aborrecible y está formada por la anti-élite de la sociedad.

La honestidad de cualquier gobernante debe fomentar y practicar los valores humanos positivos de las personas, y el juego del supuesto "control" democrático de gobierno-oposición, fomenta todos los valores negativos que nos podamos imaginar: desunión, intolerancia, obstaculizar las mejoras que el pueblo necesita, insultar, mentir o no decir nunca las verdades completas, manipular, menospreciar la opinión de las gentes no políticas, nunca pensar en el largo plazo, huir de la filosofía constructiva para la persona y la sociedad, secuestrar las informaciones, depredar el poder y el dinero, despreciar a los que opinan distinto o lo que opina el pueblo llano, ser inmovilistas pese a vivir el mundo más cambiante que jamás haya visto la humanidad, darnos a elegir en las urnas siempre a los mismos perros o a sus cachorros con pedigree, impedir el acceso a la política a gentes "diferentes" y "desinteresadas" ya que la única vía de acceso a la misma son los partidos existentes con sus reglas de juego invariables desde hace 200 años y con sus monolíticas censuras selectivas, etc.

Pero ¿cómo derrumbar esta fortificación de poder intocable?

Una grieta podría ser la siguiente. En las urnas nos obligan a elegir entre dos únicas listas de prosélitos del sistema. El sistema en el momento del recuento de las urnas, anula la voluntad de los abstencionistas y de los votantes en blanco y les hurta los escaños que matemáticamente les pudieran corresponder. Debería la ley electoral tener una disposición adicional que impidiese dicho hurto y cubriera dichos escaños conforme a unos baremos sociales de ocupación por sorteo cualificado entre profesionales de diversos campos de actividades económicas y sociales y que durante 4 años se dedicaran a ello. Una obligación social parecida a la del jurado popular o la composición de las mesas electorales.

Esa "composición" de la representación democrática, del gobierno resultante y de la discusión de las leyes y presupuestos, rompería con el "círculo vicioso y prostituido" hoy día existente, y podría ser ser el embrión de mejoras de un "círculo virtuoso" que nos hace falta como el comer y que hiciera que el objetivo del gobierno en 4 años fuera solo el bienestar presente y futuro del pueblo y no la rencilla permanente del derrocamiento a cualquier precio.

Además distinguiríamos mejor con ello, la labor de los políticos de nivel "ayuntamientos", que son verdaderos "servidores públicos", de aquellos políticos de las "cúpulas" directoras de los partidos que no son más que iluminados "carroñeros de poder" a los que deberíamos acorralar si de verdad pensamos que la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo.

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